Pocos lugares me han provocado tantas emociones como la visita al Teatro de Mérida. Al caer el sol, el lugar roza lo sagrado, y si uno se deja llevar por la magia de sus piedras, puede llegar a escuchar la voz de actores colosales que en su día pisaron la escena con la firmeza de un emperador.
Yo estuve ahí, pero ese rincón se escondió a mis ojos, suerte que no se escondió a los tuyos.
ResponderEliminarEl hada de los rincones